Aníbal Monasterio Astobiza. Vocal de LI2FE.
Los días 6 y 7 de Marzo se celebró en Valencia la tercera edición del “CPCDC: Congreso de Pensamiento Crítico y Divulgación Científica”. El tema de esta edición fue “Ciencia e Ideología”. Tuve la suerte de poder asistir y participar con una comunicación y el placer de, por segunda vez, volver a una ciudad maravillosa como Valencia. Como en casi todo congreso te reencuentras con viejos conocidos y conoces nueva gente, y en esta ocasión no fue distinto.
Para mí el congreso fue grato, tanto por la calidad y variedad de las comunicaciones presentadas como por la elección de los ponentes (Stephan Lewandowski, Taner Edis, Maarten Boudry, Jesús Zamora Bonilla, José M. López Nicolás, Juan Soto Ivars, Antonio Diéguez, David Barbera y Carolina Moreno), muchos de ellos nuestros mejores representantes de la filosofía de nuestro país.
Durante el congreso, en las secciones de comunicaciones y en distintas ponencias plenarias, se habló de la ideologización de la ciencia, de la ciencia de la ideología, de las diferencias entre el discurso científico y el discurso ideológico, del transumanismo, ecologismo y, como no podía ser de otra forma, de feminismo.
La última jornada del congreso, día previo al 8 de marzo (Día Internacional de la Mujer, y jornada de huelga feminista que muchos medios de comunicación, partidos políticos y organizaciones sociales califican de histórica tras secundarse con paros y millones de mujeres manifestándose por toda España.), tenía programada una mesa redonda con el título: ¿Han robado el feminismo?
En esta mesa redonda participaron María Jamardo (política y periodista especializada en análisis político), Capitolina Díaz (socióloga especializada en sociología de género), y Marien Gadea (psicobióloga). El procedimiento de la mesa fue unos minutos para presentar brevemente la posición de cada una de ellas, diálogo entre ellas y posteriormente micrófono abierto para la participación del público asistente.
Mi más sincera felicitación a la organización del congreso por haber tratado el tema del feminismo con valentía recogiendo los múltiples enfoques desde los que se puede abordar.
Marien Gadea presentó el estado de la cuestión, en neurobiología, de las diferencias sexuales en habilidades cognitivas. Por tendencia, los hombres tienen una cognición visuo-espacial que rinde mejor, y las mujeres un desarrollo lingüístico y socio-emocional más marcado. En otras palabras, los hombres se interesan más por las cosas y las mujeres por las personas. Dicho esto, basta echar un vistazo a ciertos artículos para ver cómo las supuestas diferencias sexuales en estructuras cerebrales y funciones cognitivas que los medios de comunicación -e incluso la literatura de investigación- a veces establecen de forma categórica, no constituyen el dibujo completo. La hipótesis que está ganando más fuerza y peso en la investigación neurobiológica, donde se tiene en cuenta la heterogeneidad sobre la base de la variable sexo, es la del mosaicismo cerebral: una mujer, más que tener un cerebro-tipo femenino tiene estructuras diferenciadas que son más propias de un cerebro masculinizado y otras estructuras propias de un cerebro feminizado; y a su vez, un hombre más que tener un cerebro-tipo masculino tiene estructuras diferenciadas que son más propias de un cerebro feminizado y otras propias de un cerebro masculinizado.
Capitolina Díaz describió la situación social de las mujeres en educación, trabajo, familia… Desde una perspectiva de género subrayó las conquistas realizadas, y el largo camino que queda todavía en la total equiparación entre hombres y mujeres.
Finalmente, María Jamardo presentó la visión anti-victimista. Para ella, la mujer debe dejar de verse a sí misma como víctima y reconocer que las mujeres viven en un momento histórico donde pueden escoger qué carrera profesional desarrollar, si quieren tener hijos… Todo ello, con total libertad.
Las posiciones de Capitolina Díaz y Marien Gadea son más o menos conocidas. Por un lado, lo que pueden decir las teorías feministas sobre la igualdad de género y, por otro lado, lo que puede decir la ciencia sobre potenciales diferencias sexuales. El discurso de María Jamardo es más novedoso, por lo menos en nuestro país, aunque está irrumpiendo con fuerza.
¿Cuál es este discurso? Es un discurso que rechaza, según sus premisas, el radicalismo que se ha apoderado del feminismo. Desde este discurso, el feminismo se está convirtiendo en un hembrismo definido como lo opuesto a o la versión femenina del machismo. También este discurso alerta de la creciente misandria, aversión a los varones, y por ello hay muchas voces dentro de este discurso que se autodefinen como masculinistas, seguidores del masculinismo, movimiento social y de acción colectiva que busca la equidad de género, pero desde la perspectiva masculina.
La búsqueda de la igualdad de género es una de las grandes “patatas calientes” de nuestro tiempo. Una verdadera “guerra cultural” o conflicto de opiniones en el seno de la sociedad sobre un tema extremadamente sensible. Y el péndulo parece estar cambiando. Si era políticamente correcto asumir por convención la trágica existencia de la discriminación y desigualdad de las mujeres fruto de fuerzas culturales y sociales dominadas por el género masculino, ahora lo políticamente incorrecto, y no sabemos si en un futuro lo políticamente correcto, es decir que quien verdaderamente sufre discriminación fruto de fuerzas culturales y sociales dominadas por el género femenino, es el hombre (el varón).
¿Este nuevo discurso del que hablamos ofrece un diagnóstico certero? Vamos por partes.
Huelga decir que dado que estábamos en un foro académico, que precisamente discutía la relación entre ideología y ciencia, la cuestión de una agenda oculta o intenciones en las motivaciones (razonamiento motivado) es opaca a la persona que mantiene un cierto discurso, por el hecho de que todos habitamos un nicho cognitivo e incluso nicho colectivo. Es decir, que la gente se ponga de acuerdo o no, se debe mucho más a la devoción a justificar un sistema de creencias (ideología) que se asume como válido, en lugar de evaluar la evidencia empírica que decidirá entre hipótesis causales alternativas.
Ninguna de las participantes en la mesa redonda cerraba los ojos o miraba para otro lado a la discriminación histórica que ha sufrido la mujer, otra cosa sería ser negacionista. Pero decir, como dijo María Jamardo, que hubo un punto de inflexión con un incremento en los casos de suicidios de varones por la implantación de la ley orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género en 2005, es una correlación espuria y no causa identificada, pues no explica el mecanismo causal, sino tan solo que una cosa se sigue de la otra (falacia post hoc, ergo propter hoc). Como se dijo en algunas de las intervenciones, las muertes de los hombres (varones) en las guerras (conflictos bélicos) es idéntico e igual de injusto a los asesinatos de mujeres a mano de hombres con sentencia condenatoria por delito de violencia de género; sin embargo, es tendencioso, doliente y no construye, ni es constituyente de, un discurso legítimo como el que ha ido construyendo con datos el discurso feminista, pues son muchas las ocasiones en que la mujer ha sido y continúa siendo víctima de fuerzas culturales y sociales que la discrimina más que al hombre.
Entre los asistentes al congreso, y a esta mesa redonda en concreto, se encontraban personas con las que tuve posibilidad de entablar alguna conversación. Tras algún que otro argumento de autoridad (alguno de ellos me espetó que era profesor de lógica) y ad hominem (me dijeron que no entendía la lógica elemental, pero sin señalarme dónde caía preso de un non sequitur) me negaban la brecha salarial entre hombres y mujeres (a pesar de la existencia de informes como este, que afirma que en la UE las mujeres se sitúan, de media, en un 16% menos de ganancias frente a los hombres). En alguna ocasión, no sé si aceptando que el dato que les daba era correcto, me decían que aun así, eso no era clave para entender la desigualdad. Si ganar menos para tener una libertad material no es clave, no sé qué entenderían por esencial para hablar de desigualdad. Quizá se me olvidó mencionar a mis interlocutores el trato vejatorio y acoso sexual en los lugares de trabajo, la imagen sesgada de la mujer en la cultura y medios de comunicación, las barreras en la promoción profesional de las mujeres, la penalización del hecho biológico de la maternidad en el ámbito laboral etc. etc. etc. ¿Esto les hubiera valido como esencial para hablar de desigualdad de la mujer?
Reconozco el derecho a la igualdad desde la perspectiva de género femenina, e incluso desde la perspectiva de género masculina. Defender la igualdad de las mujeres no se puede hacer desde el abuso a los derechos del hombre, ni viceversa. Sin embargo, construir un nuevo discurso masculinista que no ofrece datos reales sobre la discriminación hacia los hombres, sino que simplemente, y de manera ideológica, se presenta como alternativa a un feminismo que no se admite por las razones que fuere, es alimentar la guerra cultural y la división de la sociedad de manera artificial.